Toda persona crece en una cultura preexistente que se mueve a través de una concepción determinada de la vida y, mientras vive, absorta en tareas por encontrar un sitio en ella, no se pregunta en qué consiste vivirla, sino que la vive. En algún momento, puede preguntarse por qué la vida es así y si es verdad todo lo que le dijeron, pues hay cosas que no entiende del todo y otras que desearía conocer. Es una vida en un mundo en el que no se sabe hasta dónde llega el efecto del imperativo genético, de unos valores asumidos como culturas y en el que se cuestiona hacia dónde va y cuánto tiempo se caminará en él.